PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA
A la hora de desear o amar un objeto de deseo, sustituyo a alguien, y por lo tanto, entro en un conflicto edípico a través de una relación de transferencia, con un tercero que puede no ser nadie real, pero sí el Gran Otro. El edipo no es solo familiar, sino que el proceso de socialización completo, con aparatos como la escuela, o normas que no son aparatos (Foucault), como el juego al aire libre o el ocio con miembros de mi generación, etc, donde la relación de transferencia atraviesa todas las posibilidades de deseo o dolor que puede provocar tanto un objeto de deseo no solo mío sino del deseo del otro, como el rasgo unario interiorizado o proyectado, de distintos rasgos unarios múltiples, que constituyen el imago, ya no simplemente en una triangulación familiar, sino en las triangulaciones y sustituciones o equivalencias, así como prohibiciones de sustitución o equivalencia, que serían las relaciones o jugadas aceptadas o prohibidas, ganadoras o fracasadas, dentro de cada campo y sus normas. La transferencia parecería ser mucho mejor que el edipo, porque representa lo edípico, y lo representa en muchos más situaciones que el conflicto familiar tradicional. Entonces en lugar de un esquema tan cuadrado como los de Freud, acerca de un solo líder colectivo de una sociedad con el cual se identifica la masa o la mayoría, plantear la sociedad entera como una multiplicidad de relaciones sustitutivas y equivalenciales, positivas o prohibitivas, que se entrecruzan y atraviesan entre sí como un gran campo de introyecciones múltiples. Es, de hecho, la misma imagen del lenguaje, donde no hay una sola lengua (Barthes y Jakobson) o sistema general o central, sino una multiplicidad de paradigmas y léxicos.
Quiero decir, el esquema sustitutivo ya no solo de representaciones, sino de sujetos y sus posiciones con respecto a unos y otros, no solo como representaciones imaginarias y simbólicas sustitutivas entre sí, sino de las relaciones vivas y concretas de los sujetos, como un acto fallido y no solo como un desliz del lenguaje, como una pragmática y no solo como enunciados lingüístico-verbales, como una fantasía que no es solamente la imaginación, sino la enacción imaginaria donde mi cuerpo mismo, mis actos, mi posición social o en un lugar, son formas de triangulación simbólica sustitutiva y equivalencial, tanto como deber positivo como prohibición. Y esto atravesando toda la sociedad y sus normas, no solo la familia, ni siquiera durante la infancia. Es claramente un juego sustitutivo de significantes, donde el yo y el otro somos significantes y signos, no como una relación etérea, sino como una semiótica de relaciones de socialización sustitutivas y equivalenciales, más en la forma de un valor que en la forma de un juego, y que pueden ser permitidas o no, o donde aun siendo permitidas, producen un conflicto. No se trata de que lo permitido es apacible, y lo prohibido es donde aparece el conflicto, no: en el deber positivo de sustituir o ser equivalente de X sujeto en una relación de transferencia, entro en el conflicto de que debo ser como ese sujeto X, pero precisamente por ser equivalente o potencial sustituto de ese sujeto X, entonces entro en un conflicto con éste, y no un intercambio simple de sustituciones como si fuéramos simplemente palabras verbales. Del mismo modo, la prohibición es precisamente por la demanda y el deber de desear la prohibición, precisamente por la posibilidad positiva de sustituir al sujeto X, y ponerme en posición de objeto de deseo con respecto al objeto a de X.
Las relaciones de parentesco y filiación ya son un sistema simbólico de reglas sustitutivas y equivalenciales, positivas o negativas, reforzadas o prohibitivas, sobre nuestras posibilidades de ocupar distintos lugares con respecto a distintos sujetos. Los esquemas sustitutivos y combinatorios, por ejemplo, de los grandes esquemas de parentesco que planteaba Levi-Strauss, por más que estén desacreditados ya por tantos contraejemplos y excepciones que destruyen su universalidad, siguen siendo valiosos porque sería una forma de análisis combinatorio y posibilístico, que podría aportar a la psicología social, y a la teoría psicoanalítica que busca enfocarse en temas sociales. Es decir, por poner un ejemplo simple: la relación entre alumno y maestro, como aquella donde se reproduce el edipo de la figura paterna, y donde el maestro mismo se puede ver como figura paterna, y donde el mismo conflicto de deber y prohibición se repite, tanto positiva como negativamente: se debe ser como el profesor, porque se busca ser un profesional equivalente o sustituible con el profesor, pero al mismo tiempo, se tiene prohibido la sustitución y la equivalencia misma que ponga en cuestionamiento la posición del maestro y el alumno. Este es solo un ejemplo. Lo mismo en todos los campos culturales y sus normas, incluso lúdicos. Conflictos donde la identificación es al mismo tiempo la posibilidad de sustituir y entrar en conflicto, y donde es al mismo tiempo el deber y promovido como la forma de integración a cualquier campo.
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