Antropología y lingüística


El reciente hallazgo de las momias de la cuenca del Tarim tiene el sorprendente hallazgo de que ésta etnia de dicha localidad tenía, en realidad, un conocimiento cosmopolita acerca de cocinas, textiles, fabricaciones de alimentos o técnicas, etc, provenientes de distintas partes del globo que no eran cercanas localmente. Del mismo modo conocemos hoy que los vikingos tuvieron asentamientos en América aproximadamente casi 500 años antes de la colonización por la vía violenta de 1492. Esto abre la posibilidad para una reinterpretación de la mitología indígena y pagana, por ejemplo del Popol Vuh. ¿En qué sentido? Al parecer las formaciones sintagmáticas de los mitos de dicho texto, además de tener estructuras de verso numérica y rítmicamente precisas, etc, tienen otra característica que nos interesa señalar: comunican indicialmente o situaciones indiciales a partir de su simbología (Peirce). Éste puede haber sido el vehículo semiótico de comunicación de los pueblos indígenas paganos antes y durante procesos de colonización no-violentos, no-bélicos (contra Chagnon), y puede ser lo que haya destruido la posibilidad de traducción, comunicación e interlectura de las mitologías mal llamadas "prehistóricas", paganas e indígenas.

Ésta característica puede ser fácilmente entendida a través de la diferencia de la afasia metonímica y metafórica de Jakobson: una forma lingüística de contigüidad indicial, y otra de simbolización metafórica. Nos interesa la primera de estas formas: la afasia que solo es capaz de describir la situación indicial contextual e inmediata del entorno. Ésta creemos es la característica de los sintagmas del Popol Vuh, y a partir de éste, de la gran mayoría de las escrituras y hablas indígenas y paganas. Son sintagmas que describen tecnemas (Barthes), o reacciones y contrareacciones causativas, o unidades mínimas pragmáticas o, mejor aún, kinésicas, muy elementales, y muy en el sentido que Durkheim y Marcel Mauss definen la diferencia entre la era pagana y mágica, y la era de decadencia teológica. Por ejemplo las deidades de elementos naturales, se emparentan con las formas científicas de los presocráticos, y al mismo tiempo estos, con las formas científicas de los budistas, hinduistas, taoístas, etc.

La lingüística y la psicología cognitiva han establecido que los sustantivos se crean primero que los nombres propios, del mismo modo que filogenética y ontogenéticamente los pronombres personales se producen de último en el desarrollo del individuo. Esto habla de una articulación de lo indicial y simbólico como sistema simbólico lacaniano, y por lo tanto lo que pre-existe como sistema simbólico, no es solo propiamente el símbolo peirciano, sino el índice. Esto unifica o nos da una posibilidad o apertura de unificación de las lecturas mitológicas pictográficas, logo e ideográficas, y demás sistemas de escritura o incluso habla indígena mundial. El índice es la huella o trazo lacaniano, a diferencia del significante propiamente dicho, y ambos se conjugan para formar el sistema simbólico mismo. Este trazo o huella no es más que el significante amo o El Nombre del Padre, lo cual más allá de las connotaciones religiosas o teológicas, tiene que ver con un tema antropológico preciso: a los perros les son dados signos y no significantes, precisamente tal y como en el Popol Vuh el habla y la escritura son la forma de alianza primordial para la salida de la situación fragmentaria de los clanes y bandas (en los primeros capítulos de la teogonía Quiché. por ejemplo, acerca de los animales incapaces de la coordinación, o de los seres creados a partir de la madera imposibilitados de esta misma capacidad de alianza). Éste nivel indicial interno a lo simbólico lacaniano, no es más que la afasia metonímica jakobsoniana como función del lenguaje verbal (oral o escrito).

Esto redefine la concepción de indigenismo, en el sentido de que su carácter cosmopolita, en el sentido de la verdad y la realidad de una forma de expansión colonial no-violenta y que pudo haber co-existido sin belicosidad durante siglos sin perturbación alguna, en oposición a las teorías hobbesianas que promueven ciertas tendencias de la ciencia contemporánea. Más aún, esto quiere decir que para todas las teologías y textos religiosos, la diferencia entre la era mágica y la era teológica, señala una ruptura entre una era de paz y ascenso, y una era de decadencia, marcada también entre todas las culturas nombradas: Los trabajos y los días de Hesíodo para los presocráticos; el continuo descenso de eventos brutales y destructivos en la formación de la civilización de acuerdo al Popol Vuh; etc.


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