Notas sobre lógica-formal aristotélica: el mito de lo analítico
Partimos de un supuesto simple: los infantes, en su proceso de desarrollo, no saben lo que los sujetos contienen o no, precisamente por estar apenas aprendiendo los rudimentos lingüísticos. De ahí que la adquisición del lenguaje no se puede entender como una compresión de sujetos y las formas simples o compuestas de lo que contienen o es predicado sobre ellos, sino que debe haber un proceso previo a lo analítico que funda lo analítico mismo, y la relación de predicación. Por último, partimos del hecho observado por la psicología, de que el desarrollo lingüístico de los infantes empieza por los sustantivos comunes, y termina por los pronombres personales, por lo que pareciera invertir la relación entre sustancias primarias particulares y sustancias secundarias universales de Aristóteles.
Los sustantivos comunes son singulares, pero generalizan: vuelven analítico lo sintético a través de la inclusión en clases o conjuntos paradigmáticos. Pero esta inclusión no es transitiva: las naranjas no son clasificadas como frutas, en inclusión de otras frutas como las manzanas o las mandarinas, sino que son incluidas en su propia clase o conjunto de naranjas. El objeto particular es ejemplar prototípico del conjunto o clase que incluye a dicho objeto particular. Lo que se considera como incluido en el sujeto analíticamente, no es más que un proceso sintético previo de clasificación no-transitiva. la fundamentación de la lógica formal y la lógica de términos, que se basa en la relación entre sujeto y predicado (o pre-predicamenta y predicamenta) como sustancias, y esto a su vez en los categoremáticos y los sustantivos unívocos, etc, tiene su propia fundamentación no en lo analítico, ni mucho menos la formación de silogismos, sino un proceso a posteriori y sintético de clasificación simbólica, y además no en un proceso cogitativo solamente (diferenciando cogitación y cognición), sino corpóreo y exterior. Todos los objetos son acomodados en paradigmas de sí mismos, pero estas clases no se hacen formar parte de clases más grandes a través de lo contenido analíticamente en el sujeto, sino por un proceso de sinécdoque, que después se convierte en meronimia y holonimia. De este modo queda fundada la relación analítica, que va a permitir las clasificaciones transitivas: todo lo que se considera después como analítico o contenido en el sujeto, se basa en ese paso desde la sinécdoque hacia la relación meronimia/holonimia. Esto va de la mano de la diferenciación entre lo indicial analógico e inmediato, de lo simbólico virtual y mediato que es el fondo temático y el margen más allá de mi inmediatez indicial. Lo particular es también clasificado de modo genérico y singular, pero para que haya una relación equivalente a la del nombre propio, se tiene que ir del todo a la parte, lo cual presupone lo que dijimos, una relación de sinécdoque que pasa a una de meronimia y holonimia, para establecer la clase general a la que pertenece la subclase particular, y para luego pasar de la holonimia a la meronimia, en sentido inverso. Solo se puede particularizar una clase, si antes el particular como clase había sido subsumido en una clase más amplia que lo contiene. El desmenuzamiento de la holonimia en sus meronimias, o de la clase en miembros y subclases, es lo que permite el efecto de lo analítico: el efecto de pensar que lo que se conoce acerca del sujeto está contenido en el sujeto mismo, pero que en realidad parten de la síntesis previa.
Esto quiere decir que para que tan siquiera exista la relación de predicación que diferencia juicios analíticos y sintéticos, es necesaria una síntesis previa que no está contenida en nada excepto la experiencia cognitiva clasificatoria misma. Para que los juicios analíticos puedan realmente estar contenidos en el sujeto, la clasificación sintética previa que funda lo analítico, debe basarse en clasificaciones de particulares. Por lo tanto, las clasificaciones basadas en la sinécdoque, previas a la clasificación transitiva, son clasificaciones paradigmáticas que necesitan de la no-transitividad para tan siquiera poder operar la clasificación. Eso quiere decir que no pueden responder a operaciones lógicas de predicación o relación entre sujeto-predicado, sino a relaciones paradigmáticas que pueden no ser solo sintácticas, sino semánticas o estilísticas, etc (y a esto hay que sumar clasificaciones no conscientes ni verbales, como las clasificaciones corporales, olfativas, etc). La universalidad antecede a lo transitivo, y por eso lo que hace al sujeto mismo contener dentro de sí lo analítico, no es por la predicación o la transitividad, sino por esta clasificatoria previa: la suavidad o el color naranja o la redondez de las naranjas, no están contenidas dentro del sujeto como predicaciones analíticas, sino que fueron clasificadas dentro de lo suave, lo anaranjado o lo redondo previo a cualquier predicación, y a través de paradigmas no-transitivos entre sí. Esta previa sintética y en ningún modo analítica, pero que fundamenta lo analítico mismo, no va entonces desde las sustancias primarias hasta las secundarias (desde los particulares hasta los universales), sino que al contrario, va de los universales y particulares clasificatorios, hacia los universales y particulares transitivos.
Es decir, no solo hay una agregación creciente, sino una desagregación: no solo la relación de meronimia hacia homonimia, sino también en la dirección contraria: para que ‘Todos los hombres son mortales’ se refiera a ‘Sócrates’, no solo debemos incluir a ‘Sócrates’ como particular dentro de ‘hombres’ como universal, sino que debemos poder diferenciar o extraer a ‘Sócrates’ como ejemplar de ‘hombres’; la misma relación que permite la transitividad, permite la vía contraria, desde la homonimia hacia la meronimia. Esto explica la precedencia de los sustantivos comunes y los nombres propios en particular sobre los pronombres personales, y la llegada tardía de los pronombres personales con respecto a los sustantivos comunes. Demuestra que la denotación es antes de género, y solo después de especie, pero que esta especie es clasificada a través de paradigmas en géneros heterogéneos: para tan siquiera hacer la diferencia de especie, es porque existe la clasificación en géneros. Para extraer a ‘Sócrates’ como ejemplar particular de ‘hombre’, es porque sabemos de su inclusión transitiva previa. De ahí que para ser más exactos, el género y la especie, o lo general y particular, sean parte ambos de la clasificatoria inicial y previa a todo lo analítico y transitividad: es una sinécdoque que toma su particular como ejemplo de su propia clase. Por lo tanto, lo particular no es solo distinto de lo universal, sino que puede también puede ser ejemplar prototípico extraído de una clasificación general previa: la sinécdoque permite hacer la transición de la homonimia a la meronimia, la desagregación. La predicación analítica entonces es en cierto modo una desagregación. De ahí que la relación predicativa analítica no solo vaya de lo particular a lo general, sino también de lo general a lo particular, y no solo a la síntesis entendida como unidad de los muchos particulares más allá de lo múltiple, etc, sino también hacia la multiplicación de diferencias y particularidades, del mismo modo que la inclusión de un particular dentro de una clase no tiene que darse necesariamente por identidad, sino también por diferenciación, o del mismo modo que un silogismo lógico-formal puede ir de una premisa mayor universal a una conclusión particular en el modo de una desagregación, o del mismo modo que los particulares de un objeto pueden ser universales clasificados en una clase a la que pertenezcan como miembros.
La suavidad está contenida dentro del sujeto naranja, pero la suavidad también es una clase que pertenece a muchos otros sujetos. Las naranjas pertenecen a la clase de frutas, pero también pertenecen a la clase de cosas que son de color anaranjado: predicar sobre frutas o cosas de color anaranjado, me va a hacer predicar sobre las mismas naranjas, pero no van a ser predicaciones recíprocas entre las dos clases, aunque sean proposiciones universales y verdaderas ambas. Esto quiere decir que la clase, a diferencia del miembro de la clase, no implica solo una relación de inclusión o una subsunción de lo particular en lo general, sino también una exclusión entre universales heterogéneos, y una contradicción donde premisas verdaderas, pueden llevar a una conclusión silogística falsa, etc. Esto contradice la posibilidad de una gramática universal, ya que la universalidad no sería igual a una sintaxis universal, sino que pueden co-existir universales que son excluyentes sintácticamente. Quiere decir que el conjunto de todas las proposiciones universales y verdaderas, no tienen identidad entre sí, por lo que la pertenencia a una clase no implica identidad, sino semejanza o pertenencia. Todo esto multiplica los universales en singulares, y quiere decir que lo universal no puede ser usado de modo transitivo: es decir, no puedo hablar o predicar sobre lo universal, pensando que en verdad estoy hablando de todas las clases o conjuntos universales, lo cual pone en serio entredicho a la ontología.
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