Causalidad psicológica y ciencias sociales
La causalidad psíquica de Lacan, o la causalidad que opera en la realidad psíquica a diferencia de la realidad objetiva y mecánica (cuando decimos mecánica nos referimos estrictamente a movimientos de cuerpos y de masa), nos parece debería ser el fundamento para la causalidad en las ciencias sociales, especialmente la sociología. El evento traumático A no causa inmediatamente ni en la experiencia perceptiva inmediata sus efectos, como una causa A que produce a B, sino que A causa a B con el rezago de la toma de consciencia o la aparición sintomática del evento que retorna o se repite (automatismo) desde el evento traumático. Esto quiere decir que si el evento traumático A sucede, y su efecto se presenta con posterioridad en los síntomas neuróticos, no se puede explicar esta relación por causalidad mecánica, y que además de la causalidad y la determinaciones de cuerpos con masa, estamos hablando de significado y sentido también. Esto podría explicar las causalidades sociológicas, donde desde la praxis hasta el material lingüístico, imaginario o simbólico, produce fenómenos causales sin que haya una conexión proximal y mecánica (de masa, insistimos) entre causa y efectos.
En Lacan el deseo no es efectuado. El objeto a es causa del deseo, pero no de su satisfacción o no, que es precisamente lo que produce angustia. El efecto B es, entonces, el que de modo retroactivo e invertido, y además de modo inverso en el tiempo, se relaciona con A como su efecto. B produce a A, tal y como en las causalidades funcionalistas, que no se dan solo desde A a B, sino también de B a A, como una dependencia recíproca entre causas y efectos (es decir, los efectos tienen consecuencias sobre las causas, tanto como las causas tienen efectos sobre las consecuencias). Pero el paradigma funcional sigue siendo proximal y fisicalista. La diferencia de la epistemología psicoanalítica lacaniana es que existe la contradeterminación de A y B, pero además existe sin relación proximal ni funcional alguna, sino al contrario, una causalidad imaginaria y simbólica (simbólica en el sentido de Peirce y la semiótica donde el símbolo es un objeto material capaz de ser observado, nunca el de Ricoeur y la filosofía donde el "símbolo" es un concepto trascendental que no puede ser descrito ni explicado por las ciencias).
En el momento en que aparece el síntoma con el letargo propio del desplazamiento, y la sustitución de la falta por este síntoma asociado al evento traumático, podemos hacer una equivalencia entre el significante y el significado: es en el momento en que se da sentido o significado al significante, que éste se convierte en causa del significado que le damos. De este modo, se podría decir que es la reactualización misma y la aparición misma del síntoma la que produce a la causa, de modo retroactivo o inverso. El síntoma no es efecto del evento traumático, sino al contrario: es el resultado de la ausencia de efecto (no-realizado) del deseo. Es decir, es la falla del deseo mismo en su satisfacción o no (recordemos que no solo el dolor produce angustia, sino también el placer), la falta en producir un efecto (obtener el objeto de deseo, el objeto a), el cual tiene como uno de sus efectos este desplazamiento desde la ausencia de efecto, hacia su manifestación como síntoma posteriormente. De ahí que, en este marco causal, no necesitemos conectar físicamente el evento o causa A con el efecto B, tal y como en sociología es imposible conectar un discurso mediático con sus efectos a través de un paradigma cuantitativo y mecánico.
Este es precisamente nuestro hallazgo: nosotros habíamos hallado a través de nuestros trabajos estadísticos, que deben existir procesos causales y efectos que no son registrados por cambios en la media aritmética de un sample estadístico, ni siquiera a través de su extrapolación a la población, etc. Esto habla de que hay procesos sincrónicos y diacrónicos que no se registran en la estadística ni los métodos cuantitativos. Esto abre el espacio para lo cualitativo, pero no entendido como no-material, ni entendido como no-cósico, sino entendiendo los procesos de significado y sentido también como procesos materiales (incluido el carácter químico de la semiosis, por ejemplo), pero que actúan de estos modos no-proximales. Más aún: el evento traumático como causa, es indeterminable pero no es relativo. Es contingente y accidental, pero es una necesidad tal cual como la de una ley o determinación causal científica. Por eso retroactivamente no se puede observar de modo directo la causa (significante amo o primordial), no porque no exista o porque sea etéreo, sino al contrario, precisamente por ser real. Esta accidentalidad e indeterminación de algo que a su vez es causa necesaria y no contingente del síntoma, nos permite también entonces eliminar la posibilidad de que sea una causa primera, tampoco podría ser una causa final, y debido a las posiciones materialistas del psicoanálisis lacaniano, tampoco una causa formal. Solo nos queda, precisamente, el ámbito de la materia.
La causa tiende a la repetición, del mismo modo que el sujeto tiende a la repetición, reactualización o re-escenificación del evento traumático, no porque esté condenado a repetir de modo determinista, sino porque se reproduce la misma angustia del deseo ante su salida hacia el objeto a, y su intento de satisfacerse, lo cual produce tanto la angustia del dolor (en caso de no-satisfacerse) como la del placer (la necesidad posterior de repetir lo placentero en el futuro, que también causaría la angustia de la posibilidad de no darse ese placer). Por lo tanto, el síntoma está abierto también a cierta contingencia y libertad, por parte del sujeto, de lidiar con el evento traumático de distintos modos diferentes al síntoma, desde su actualidad y en retrospectiva con respecto al evento traumático (recordemos por lo demás que el evento traumático es una estructura, es decir, no necesita haber evento traumático persé para que haya trauma, y que la psique, de acuerdo a Freud, reproduce la estructura del trauma de modo aleatorio, caótico y contingente, pudiendo escoger cualquier evento como trauma, aunque no exista tal trauma. Básicamente las características de personalidad sintomáticas o normales tienen ambas esta misma estructura, del mismo modo que la pseudo-normalidad no es más que grados del síntoma y viceversa, volviendo indiferente el sentido de la patología).
Esto habla de procesos causales de significación que no necesitan ser proximales, y por esto se vuelven preciosos para las ciencias sociales: la viralización de una moda, por ejemplo, se daría a través de la repetición y la sustitución simultáneamente a través de una identificación del deseo con el deseo del otro/Gran Otro, y la innovación misma (algo que rompe con el paradigma sincrónico de la mayoría de la sociología, tal y como lo critica la sociología del cambio –Tilly, Mills, etc-) de las modas, no serían más que la repetición de la misma búsqueda de satisfacción del deseo, reactualizada retroactivamente una y otra vez, en busca de reproducir la satisfacción del deseo en la otredad; esto ayudaría a dar una explicación causal a fenómenos como por ejemplo el que dos personas diferentes tengan reacciones diferentes ante un mismo mensaje mediático, y uno se encuentre en consonancia con la moda, y el otro en desacuerdo o ruptura con la moda (problema que ha roto la cabeza de lo sociólogos desde que existen los paradigmas que van desde la aguja hipodérmica hasta los usos y gratificaciones): en lugar de explicarse por una contingencia arbitraria y aleatoria del sujeto, se explicarían por ser formas sustitutivas de identificación o proyección, por ejemplo, basadas en la repetición de la pulsión y el deseo, y donde es clave la formulación lacaniana de la repetición como iteración, etc. Tanto quien se identifica con un rasgo unario propio de una moda colectiva, como quien rechaza este rasgo unario, estarían elaborando formas sustitutivas en la búsqueda de la satisfacción del deseo, ambas partiendo de la angustia en la suspensión o ambivalencia misma del deseo a la hora de su incertidumbre por la realización o no-realización de su satisfacción. Es un tipo de causalidad necesaria y suficiente (especialmente la necesaria, pero también la suficiente ya que es una alternativa entre ambas), en vez de eficiente y aristotélica; pero además de esto, no es una causalidad constreñida por las fuerzas de contacto entre cuerpos físicos, sino del sentido que se otorga a dichos cuerpos.
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